El pasado 11 de setiembre, el viejo dictador peruano Alberto Fujimori falleció gozando la libertad otorgada por el régimen de Boluarte. Murió, pero en Peru su nefasto legado sigue más vigente que nunca.
Meses antes de morir, Fujimori alardeaba de haber sido el precursor de Milei y Bukele. Tenia razón. Perú fue el laboratorio del anarco-capitalismo defendido hoy por el mandatario argentino y de la mano dura seguida por el salvadoreño. Durante 30 años, el Estado ha sido desmantelado, los servicios y empresas públicos destruidos, y la sociedad atomizada. Los comunes que permiten construir una sociedad armoniosa han sido desmantelados. Las asociaciones culturales, los partidos, los sindicatos, las fábricas, el trabajo formal, es decir todas las organizaciones colectivas que permitían el ejercicio de la democracia y la vida en común (la causa publica) han sido vaciadas de contenido. Hoy después de 10 años de dictadura fujimorista y 20 años de “democracia” post fujimorista, solo queda el “sujeto neoliberal”, el “emprendedor” lidiando solo frente el mercado. No obstante, la atomización generalizada de la sociedad no ha logrado anular algunos focos de resistencia, aunque centrados en lo territorial, lo sectorial, o lo étnico, sin articular reivindicaciones para la comunidad (pluri)nacional. Si los argentinos quieren conocer su futuro, basta con echar una mirada en el desastre social, económico, cultural y ambiental del libertarianismo peruano.
También, la represión desatada por el dictador peruano ha sido precursora de la forma con la cual Nayib Bukele ha tratado el problema de las maras y la delincuencia. Si bien en ambos casos la violencia azotaba las clases más humildes de la población que pedían orden a gritos, la asociación permanente de la protesta social con el terrorismo (y por ende su criminalización judicial) avizora lo que puede ser el futuro de El Salvador en su ahora pelea para ofrecer un futuro próspero a la población.
Con una sociedad atomizada y con la criminalización de la protesta social, Fujimori abrió un funesto camino que supera el fin de su gobierno y el final de su vida. Y que hoy se encuentra en una nueva etapa marcada por la descomposición final de las instituciones peruanas al mando de su hija Keiko Fujimori y Dina Boluarte.
No es por nada que, durante el Foro de Madrid, realizado en Lima en abril de 2023, los participantes coincidieron en afirmar que “Perú era [su] fortaleza”. Es decir, un territorio para refugiarse cuando el enemigo acosa, y un bastión desde lo cual lanzar cruzadas en tiempos de conquista.
Soldado avisado no muere en guerra.
La Línea