La ardua ruta del castillismo – La Línea

Castillo libertad

Las instituciones peruanas, controladas por el régimen mafioso actual, han logrado excluir de la carrera presidencial a todas las opciones políticas que reinvindicaban el legado del gobierno popular de Pedro Castillo. Dejaron fuera al partido Adelante Pueblo Unido (APU) -liderado por los ex ministros Anibal Torres, Anahí Durand y Hernando Cevallos- y el partido Todo con el Pueblo donde está inscrito el ex presidente Pedro Castillo. Esta violación elemental de la democracia electoral crea una paradoja. El castillismo goza de un buen caudal de votos pero no tiene partido.

Al momento de ser derrocado, Castillo mantenía un 30% de simpatizantes y partidarios, una cifra tremendamente superior si se compara con el 2% que hoy declara apoyar a Boluarte. Más reciente, un sondeo realizado por IPSOS para Servicio de Asesoría Empresarial (SAE) confirma el arrastre electoral que Castillo podría tener de cara a las elecciones generales del 2026.

En Perú, el campo nacional popular destaca por encima de una izquierda que, por razones culturales, históricas y políticas, no genera gran adhesión en la población. Al momento de votar, los peruanos determinan sus opciones por criterios que superan las categorías ideológicas tradicionales del espectro político. En un país de oportunistas y de franquicias electorales, donde un mismo partido puede ser de izquierda radical en una eleccion y de ultra derecha en la siguiente, la abscisa política habitualmente usada para definir las opciones ideológicas carece de sentido. Perú está atravesando un momento populista, donde los grandes relatos ideologicos no tienen tanto apego. Por lo tanto, colocar como fin primordial la unidad de las izquierdas, o definirse tibiamente como de centro para intentar satisfecer a un amplio electorado son formulas equivocadas para una ciudadania que clama por políticas de cambio estructural donde los de abajo sean los protagonistas. Tampoco la derecha neoliberal escapa a divisiones internas y la atomización de su electorado.

En este contexto, una opción popular y nacional, podría tener ventaja para retomar el poder y concluir un mandato interumpido por un golpe de Estado. El 7 de diciembre de 2022 dejó un sabor amargo por muchos peruanos que habían depositado su confianza en el gobierno de Castillo. En gran parte del electorado, el resentimiento y la revancha política movilizarán más que la revolución social prometida por unas izquierdas trasnochadas.

Desde hace décadas, las izquierdas en Perú priorizan la relación con cuerpos constituidos de la contestación, como motor del voto reivindicativo. Los sindicatos, federaciones, ONGs, universidades son vistos como aliados estrategicos que hay que priorizar, cuando en realidad agrupan a un sector muy reducido y formalizado de un país que cuenta con 75% de informalidad laboral. Frente a esta caduca visión, una opción nacional popular tendrá como tarea reagrupar a los sujetos constituyentes, forjados por la historial colonial y el neoliberalismo: gremios informales, amas de casa, ollas comunes, campesinos, excluidos etc.  Sin embargo, por las obstrucciones del régimen, la tarea será ardua.

La ley electoral peruana contempla que los candidatos a la plancha presidencial (presidente y vicepresidente) deben estar inscritos en el partido por el cual postularan, un año antes de las elecciones, es decir desde abril del 2025. Por la maniobra de las autoridades electorales, el candidato presidencial no podrá provenir del sector castillista. Al ser Perú un régimen parlamentariasta de facto, este problema podría pasar a un segundo plano. La ley electoral contempla también que solo el 20% de candidatos al Parlamento (Senado y Congreso) pueden ser ciudadanos invitados no afiliados a partidos inscritos. Esta opción le abre una puerta, aunque desigual, a la opción nacional popular que representa Pedro Castillo y los defensores de su gobierno. Antiguos ministros, gobernadores, y sobretodo luchadores con bases sociales que emergieron durante el Estallido de 2022 conformarian está lista de 20% dandole una clara notoriedad y una direccionalidad a la plancha que decida invitarles. En otros palabras, el castillismo tiene los jugadores más famosos pero siguen en busqueda de un equipo legalizado. Este puede ser uno ya reconocido o uno nuevo, no cambiará la alineación en la cancha.

¿Qué opción entonces tiene el campo nacional popular para organizarse electoralmente? De los 43 partidos autorizados por el régimen, el 80% son cascaras vacias, agrupaciones de caudillos sin ninguna ideología o para ser usado como espacio de negociación. La mayor parte de estos partidos no pasarán la valla electoral de 5% de los votos que permite a un partido conservar su inscripción legal. Desaparecerán del espectro politico pasado la proxima contienda electoral.

Los partidos de izquierda han emprendido sus propios procesos de articulación ideológica, por fuera e incluso, en la mayoría de los casos, en franca oposición al castillismo y al campo nacional popular. Lo mismo está ocuriendo en los partidos del centro liberal y de la ultraderecha.

En realidad, para el castillismo quedan tres opciones viables: Perú Federal liderada por el ingeniero Virgilio Acuña, Obras del ex alcalde de Lima Ricardo Belmont y Juntos por el Perú el partido del congresista Roberto Sanchez. Veamos sus ventajas y desventajas

Virigilio Acuña es un ingeniero, hermano del derechista lider del partido Alianza Para el Progreso, Cesar Acuña. Lleva años estudiando propuestas constituyentes para reformar el estado y el Perú. No esta ligado a los negocios de su hermano y ha mostrado en varias oportunidades su apoyo a opciones distintas, incluso a Pedro Castillo. Es una opción nueva, lo cual podemos considerar como una ventaja en un país donde las organizaciones políticas se agotan rapidamente. Su partido no tiene cuadros conocidos, lo cual pemitiria al castillismo dotarlo de una visibilidad mas importante.

Obras es el partido liderado por Ricardo Belmont quien aspira a ser candidato a la presidencia. El secretario general es Daniel Barragán, un furtivo ministro de defensa de Pedro Castillo que renunció insinuando que el presidente organizaba un golpe de estado. Es dificil pensar que Pedro Castillo se resolvería a formar parte de una agrupación electoral al lado de personajes que lo traicionaron.

Juntos por el Perú es un partido con una presencia nacional, pero carecen de líderes visibles para presentarse a la elección presidencial. Ha servido de bancada unitaria en el congreso donde terminaron varios diputados no agrupados, sin importar la ideologia. Aunque este tipo de practica es rechazada por los peruanos (el congreso goza de 2% de confianza, al igual que los partidos existentes), en el caso de una alianza partidaria, el nombre y las siglas cambiarian, evitando una identificación inmediata con practicas pasadas.

Juntos Por el Perú se apresuró en realizar una alianza de palabra con Antauro Humala. Según lo mencionado por la directiva partidaria, la idea es articular un frente de “perseguidos y excluidos”, ya que Antauro Humala al igual que los partidos del campo popular fue excluido arbitrariamente por el régimen de la contienda electoral. Sin embargo, no es porque todos han sido eliminados, que la alianza podría prosperar. En política, no todo es aritmética y uno más uno no necesariamente suma dos como resultado. Abundan los ejemplos donde una alianza entre dos fuerzas políticas dio un resultado menor que la suma de los votos de los partidos cuando van solos.

Antauro marca varias rupturas con la narrativa del castillismo, recordemos que apoyó a Dina Boluarte, deslindó de las marchas, incluso llegó a criticar a los que luchaban contra el golpe. También señaló a Pedro Castillo como “inepto y ladrón de gallinas”. Los partidarios del presidente lo recuerdan con rencor. La permanencia en el mismo espacio electoral del castillismo y de los simpatizantes de Antauro Humala seria un regalo para los adversarios mediáticos y políticos que aprovecharían este oximoron para azuzar las diferencias entre ambos bloques, demostrando incoherencia, inconsistencia y por lo tanto inaptitud para gobernar.

Por otra parte, las declaraciones y propuestas de Antauro a nivel mediatico se resumieron a fusilar a su hermano, construir campos de concentración para los migrantes venezolanos y luchar contra los gays. En este eje central de su politica, parece que consiguio una “victoria” al anunciar que había “depurado el partido JP de sus elementos maricones para consoldiar un partido de machos”. En otra entrevista, se declaró “xenofobo a buena honra”. Más allá de las polemicas, esta voluntad de confrontar violentamente es poco compatible con el proyecto de buen vivir, universal y decolonial llevado por el castillismo. Y podría poner en riesgo una alianza si las autoridades de Juntos Por el Perú deciden seguir apostando por su acuerdo con Antauro para salvar la inscripción de su partido.

El camino de las alianzas electorales avanza contra reloj y con un régimen dispuesto a torcer la ley para que ninguna opción de ruptura con el orden neoliberal tenga la mínima posibilidad de ganar. Ya lo vienen haciendo desde varios meses, y tendrán la posibilidad de invalidar alianzas y observar candidaturas para obstaculizar aún mas el retorno del pueblo al poder.

El camino será arduo y tumultuoso, pero soldado avisado no muere en guerra.

La Línea