Tratando de entender la filosofía peruana actual
Anahí Vásquez de Velasco Z.
Gestora Cultural especializada en Patrimonio Cultural y Derechos Culturales
27/01/2023. En memoria de las víctimas del holocausto judío.
Las localidades peruanas se distinguen, además de por sus culturas (artes, costumbres, tecnologías y deportes) y recursos naturales, por sus formas de gobierno, que suelen ser asamblearias.
Si vemos que el Perú es un país en el que prima la “informalidad” (75% de trabajadores, 25% de empleados, nótese la diferencia etimológica entre actores laborales), podremos también ver que esta se manifiesta en la existencia de un Estado “oficial” y un “Estado no oficial”.
Otra manifestación de dos Perú se da en la existencia de una historia oficial y una no oficial, en que ya no se señala sólo a grandes héroes preclaros, engalonados y elegantes, como en La independencia controlada (Montoya 2020) o Barrios Altos, la otra historia de Lima, s. XVIII – XX (Reyes 2017). Se puede percibir en el ascenso del volumen de voces especializadas que indican, al menos hacia adentro de la restringida academia y entre un público interesado aún pequeño, desde mi punto de vista y experiencia, la cada vez mayor relevancia histórica de millares de actores invisibles en los procesos nacionales liberadores. Todo esto viene sucediendo a causa del contexto de bicentenario de independencia. También se ha podido ver en artes, en producciones sumamente modestas pero igual de interpelantes, que los reflectores ya iluminaban a estos personajes, como en Manariskiska o Rabonas, ambas del comunicador Hamilton Segura. Estos actores anónimos históricos, evidentemente no lograron sus cometidos en su momento, lo cual es sensible actualmente y tiene explicaciones. Hoy, la historia se repite, pero con mecanismos de miedo oficial más bárbaros que antes, gracias a la tecnología armamentista y métodos supuestamente más humanos pero, realmente, cada vez más perversos. Hoy, los cometidos de la población no son exactamente los mismos de hace 100 años, pero tienen la misma raíz, que es cultural.
Y, hay un factor nuevo en este momento histórico: la ausencia de “líderes”. El Perú es un país colonial dada la ubicación del poder y el tratamiento a sus habitantes, citadinos o rurales. Se los trata de “administrados”, como si fueran una especie de interdictos médicos. Esa figura también está presente aún en la constitución si recordamos la retahíla de problemas que nos trae el artículo anacrónico de “incapacidad moral”. Por lo tanto, al verse que su colonialidad se ubica en función del liderazgo o caudillismo o mesianismo, es comprensible que no se pueda identificar “líderes”. Además, como no se entiende realmente el Perú no oficial ni se asume la colonialidad, no se puede inferir que las organizaciones protestantes sean un cuerpo, no sin cabeza, sino con muchas. Tal vez eso sea democracia. Y eso, cualquier peruano sensato, de derecha o de izquierda o centro, por lo menos lo analizaría para tomar lo mejor, pues está visto que todos somos defensores de la democracia.
Entonces, es necesario concentrarse en intentar ver que hay algo más allá del arbusto delante de la ventana: en el Perú, los derechos políticos y sociales dependen fuertemente de esa raíz cultural. No por gusto, en la primera mitad del siglo pasado, fue que recién se empezó a conquistar el derecho al voto, que no fue por iniciativa súbita e infundada de autoridades angélicas e iluminadas, sino a través de demandas sociales que, luego, se materializaron en normas. Hoy la población no está satisfecha (y me temo que nunca lo estará del todo, pues todo puede ser mejor, lo que revela que nuestro país es uno de paciencia y esperanza) con el solo derecho al voto. También es notorio desde cualquier ángulo con “expertise”, que la población sí quiere participar de forma continua, quiere explicar “el problema”, tiene un enfoque, una perspectiva, quiere proponer vías, quiere que su propuesta sea considerada, a pesar de las grandes campañas mediáticas y gubernamentales, aterrantes, de apolitización. ¿Por qué son campañas aterrantes? Eso se puede percibir en la forma de comunicar y en los discursos, lo “políticamente correcto”, o sea, lo que manda la hegemonía cultural acerca de lo que se puede decir y lo que no se debe decir. Ya Verónika Mendoza fue perseguida y ofendida mediáticamente a través de la famosa obligación pública y constante del “deslinde” de cuestiones comunistas que la hegemonía iguala con “terroristas”.
El Perú posee formas de gobierno no oficiales y NO incluyen daño ni dolo. El Perú es un país pacífico que sigue queriendo ser libre de pensar, decir y hacer. ¿Cuáles son las propuestas de ese Perú?
Antes del 7 de diciembre del 2022, un sector no apoyaba nuevas elecciones porque, en primer lugar, provenían del conservadurismo y, en segundo lugar, se tenía que mantener el poder simbólico alcanzado y, con ese poder, corregir lo que necesario, pues de todos modos estaba inserto en un sistema colonial con raíces de casi 500 años de longitud. Luego del 7 de diciembre, con la asunción de la ultraderecha, que no es falso que tiene cara de mujer andina de izquierda, obviamente el sector hoy protestante iba a empezar a demandar la recuperación del poder simbólico ganado y lo antes negado: nuevas elecciones. Asimismo, la demanda de nueva constitución, para quienes se identificaron con el poder simbólico elegido, forma parte del paquete de necesidad de cambios normativos sociales, políticos y económicos hace veinte años, por lo menos, pues, «sin conocimiento e ignorancia» la gente vivía (y vive) la constitución del golpe de 1992 y su CCD (congreso constituyente democrático). En lo político, esto último tiene que ver con la famosa crisis de representación. En lo económico, desde hace mucho tiempo, hay gente que reclama lo perjudicial de los contratos ley, que casualmente se estarían renovando en este gobierno al haber cumplido su vigencia. También en lo económico se ven reclamos relacionados con derechos laborales, con la agricultura, minería. Y en lo social, es más que patente que el sistema o modelo, no funciona en lo que respecta a derechos sanitarios, educativos, habitacionales. Y eso que no puedo ahondar en lo relativo a seguridad y justicia, que tampoco es funcional a la Nación. Además, la constitución del 93 no es clara conceptualmente: no hay un profesional que no yerre en televisión u otros medios acerca de lo que significa Estado y Nación. Y, finalmente y muy importante, es que con esa constitución se borraron los derechos culturales, sí presentes en la de 1979, de los que dependen los derechos sociales, civiles, políticos y económicos; si no creemos valioso esto último, veamos la necesidad de que nuestras localidades requieren políticas interculturales para poder desarrollarse. Es decir, se está luchando desde hace algunos años por la vigencia de nuestros idiomas nativos, las filosofías y artes, las llamadas tecnologías “ancestrales” que el Estado peruano sí comercializa a nivel mundial. ¿Cómo se puede tener políticas culturales eficaces de verdad si el objetivo es sólo vender nuestro patrimonio cultural, y no necesariamente favorecer la prosperidad social de diversas comunidades productoras de diversos tipos de bienes y servicios? Es absurdo colocar lo social por sobre lo económico, como poner lo económico por sobre lo social. Ambas dimensiones son fundamentales para el progreso de cualquier grupo humano. Pero el Estado peruano tiene que reconocer oficialmente que nuestros grupos humanos tienen también formas de gobierno y formas económicas para desarrollarse. Eso debe incorporarse no al imaginario popular, pues la población “no oficial” ya lo vive; debe incorporarse al imaginario y técnica oficial y también a la académica, pues es la academia la que provee de técnicos al Estado, y son ellos quienes diseñan políticas, planes, programas y proyectos de desarrollo.
En conclusión, la población protestante y la que se identifica con ella, sí exhibe propuestas, sí conoce el problema. Esas propuestas son cambio de gobierno y nueva constitución. Esta población pretende la vía de nuevas elecciones para cambiar de interlocutores, y sabe perfectamente que no van a ser los ideales y que la situación no va a cambiar como por arte de magia. La población no es ignorante ni bestial. La población necesita sosiego justamente para dialogar. Y, por lo menos hasta estas horas, como desde el inicio del estallido, no es opción un diálogo con el gobierno actual. Ya los judíos esperaron a que sus autoridades negociaran con quienes, a pesar de todo, provocaron su holocausto.