Desde hace meses hemos mostrado como el régimen mafioso se ha consolidado, y como consecuencia social se impone la impotencia y la fragmentación. El campo popular, martirizado, asesinado y judicializado volvió al repliegue territorial. Otras fuerzas de oposición, más urbanas y de clases medias, no logran acumular fuerzas en las calles. Desde su 5% de apoyo Boluarte se mantiene en el poder en buena parte, debido a la atomización del país producto del racismo y de las abismales brechas que separan unos de otros.
En el Perú, una mayoría de peruanos y peruanas están conscientes de la necesidad de construir un país diferente y sacar del poder a Boluarte y el Congreso…pero no hay consenso sobre el futuro común y se rehúye el urgente debate identitario sobre lo que implica vivir juntos. La ausencia de un proyecto nacional es una realidad que impide encontrar salidas para superar este régimen.
La crisis e inestabilidad política hace sentir su efecto en todos los planos de la vida de los peruanos. La teoría de las “cuerdas separadas”, según la cual la política podía ir mal, pero la macroeconomía iba bien, llegó a su límite.
Hoy la economía peruana es el fiel reflejo de la catastrófica situación política y social que vive el país, se acabó el optimismo y los mismos empresarios que en un 71% avalaron a Boluarte al destituir a Castillo, hoy le dan la espalda y apenas un 12% confía en su mandato.
Conforme avanza el calendario electoral, lo que se viene imponiendo es la fragmentación política, la dispersión de intereses y la desconfianza entre la población, incluido el campo popular. El candidato que logre sostener un relato de unidad y consiga trazar una visión compartida tendrá muchas más posibilidades lograr la victoria.
Equipo La Línea