El dolor, como ente transformador – Rossy Rojas

Rossy Rojas, filósofa, militante…Un taller, que antecedió el Dolor

Hace algunos meses antes del estallido, vacancia / autogolpe de Castillo, tuvimos un taller sobre por qué y qué quisiéramos de una asamblea constituyente (AC) fuimos alrededor de 25 personas, este trabajo lo estuvimos haciendo desde el espacio político de mujeres por la constitución, reflexiones que tuvieron como eje, opiniones descentralizadas sobre una AC; porque no es poco importante haber comprendido, que desde Lima hemos tenido una miopía severa, respecto a que es lo que perciben como importante nuestros compatriotas de regiones. Paralelo a ello en otro espacio como el de pacto constituyente, limeño y joven,  también hicimos algunas recorridos, preguntándole a las personas en las plazas -ahora controlada con tanques, siniestros- sobre sus pretensiones  acerca de una AC; nos respondían varias cosas, reduciré  las muchas intervenciones,  a la que fue el denominador común, La soberanía, esa dignidad nacional que mientras escribo, es  intervenida por el dolor, un  dolor que es  soportable por la carne,  solamente por el noble sentido en que se da.

Soberanía

La soberanía que es identidad sustancial de una república, que tiene que ver con la fortaleza de una nación, que la vemos impregnada en cada paso de los compatriotas que vienen de regiones y que están defendiendo con su cuerpo, un ideal político de refundación de la patria, pasos que deben llegar hasta Lima para ser sentidos, que buscan como dice el filósofo Critchely, un punto de partida para una vida en común, sino más humana, menos cruel.

Esta soberanía decía los participantes, en el taller de AC. y en la conversación con la gente de la calle, era para ellos algo tan elemental como, una industria nacional, o  era el ideal de tener una constitución que iguale a la peruanidad, donde todos seamos peruanos con los mismos derechos, con oportunidades básicas,  no está en un pasado muy lejano una pandemia que nos mostró la cara más cruel de una salud mercantilizada , donde el rostro de un empresario como Carlos Rodríguez-Pastor controla el 83% de las ventas por boticas, y la azitromicina, un antibiótico necesario para aliviar los síntomas del Covid 19, fue vendida hasta en 12 soles, cuando su precio de costo  es de 15 centavos por tableta.

Sin República

Entonces como puede ser incomprensible para una clase política que el pueblo demuestre no sólo su cansancio,  sino  ira e indignación, cómo puede ser posible  que esa “ciudadanía republicana” siga sin insertar valores cívicos, que tengan como punto  partida la  deliberación de derechos, sino más bien sea un compuesto  débil, en donde lo que se espera es la no interferencia del poder político en la vida privada, que lamentablemente se refleja es los votos hacia un congreso eminentemente corporativo, que hará ,como estamos viendo, lo que sea para hacer prevalecer sus privilegios, en antítesis a los derechos del pueblo

Es importante para la reflexión diferenciar a aquel ciudadano, que salió a enfrentarse a la dictadura congresal de Merino, que desembocó en ese tremendo estallido social, acabando trágicamente con las vidas de dos jóvenes de los que si nos acordamos sus nombres, donde las demandas eran institucionalistas, pero las demandas distributivas no estaban en la ecuación del conflicto, a diferencia de las protestas del ciudadano del paro agrario, en las que el sufrimiento y el dolor de la familia de Reynaldo, no ha sido llorada por el ciudadano republicano, ese que vive en un gueto alienado, que mira con brillo en los ojos, el brío ajeno de los chalecos amarillos, pero no se identifica con la digna presencia de los aimaras, chancas y quechuas en esta toma de Lima, así en sus ojos, no hay orgullo, sino básicamente miedo. A pesas de tener más de cincuenta asesinados por un gobierno sostenido en balas y ahora en tanques.

Esta libertad republicana que defendería una protesta como la dada en la usurpación de Merino, es más cercana a un republicanismo liberal que asegura sus derechos en base a la institucionalidad  y dista mucho  de la de un republicanismo popular, pensando desde nuestro país, donde los componentes de sufrimiento como las distinciones por raza o clase se hacen tangibles en protesta como la del paro agrario del 2020 o de la toma de Lima de este 19 de noviembre, y que además da cuenta que su institucionalidad no es suficiente para asegurar libertad , igualdad y consecuentemente mucho menos  paz, sino quizás es parte de un statu quo de segregación.

Las relaciones de dominación económica, dirigidas por una elite que deslegitiman estas protestas distributivas, que no comprender justamente, que los más vulnerados han tenido que llegar a Lima para que no los maten más, porque el cuerpo de un hijo de una madre ayacuchana es menos doliente para el estado que hijo de una madre miraflorina, porque los policías saben muy bien a que responden, fue terrible ser parte de una marcha en que les gritábamos a los policías, que pretendiendo arrinconarnos en las protestas en Miraflores,  recordarles donde estábamos, para que entre ellos sin siquiera hablarse entendieran, que ahí no pueden matar al hijo de nadie.

Dolor y Dignidad

Todo dolor modifica el sentimiento de identidad, toda la existencia tambalea con el dolor, y el conflicto hace evidente la división social, pero al mismo tiempo crea condiciones políticas, que le dan sustancia a la institucionalidad, si esta es ligada a los deseos del pueblo

la República  es amor a la democracia, y éste es amor a la igualdad que ahora es defendida a cuerpo y sangre, porque no somos pocos los que sentimos que no nos respetan, pasa en Lima siempre, pero quizás estamos más adoctrinados,  pero al mismo tiempo, somos muchos los que al fin entendemos, que nuestra capacidad como potencia social ha sido vulnerada, quitándonos nuestra mínima participación política, que es usurpar nuestro derecho al referéndum , porque no quieren que la gente intervenga en los asuntos de estado, no quieren soberanía, no quieren que pensemos en nuestro derechos fundamentales, y que entendamos que deben estar  insertados en una constitución, que debería ser el instrumento que nos defienda de leyes suministradas y gozadas por elites; donde la educación no es un derecho, sino un factor de desigualdad, y la vivienda cueste una vida entera de sacrificio, sólo por supuesto, en es el caso que tengamos un trabajo digno.

Que nos queda como ciudadanos, sino tenemos deliberación, para que seamos capaces de escoger que es lo mejor como país y al mismo tiempo, que es lo que simbólicamente puede crear un cura real a nuestras heridas, que no se curarán suturándolas, sino con un nuevo tejido que reemplace el dañado; y es que lo único que nos queda es ser capaces de enfrentar que estamos en conflicto y deberemos ser partícipes de pugnar por igualdad, si queremos vivir en paz.

“La Soberanía y la ley son dos caras, de una misma moneda, cuya columna vertebral es la autonomía” y es entonces que vale la pena vivir esta tragedia, para que nos conduzca a una experiencia de verdad, donde los conflictos viscerales de nuestra nación peruana, puedan ser afrontados y sanados y no ocultados o convertidos en objeto de folclore, sino que este tejido nuevo, produzca esperanza, y nos demuestre nuestra radical dependencia con los otros.