Abner Trujillo – Politólogo (UNMSM)
El 7 de diciembre de 2022 fue un día que cambio abruptamente la historia del Perú del bicentenario. La escuálida democracia peruana, que había dado un giro al permitir mayor participación a sectores populares durante el corto gobierno de Pedro Castillo, menguaba a un régimen que sorprendió a medio país, no por inesperada, sino por su brutalidad.
Dina Boluarte, en lugar de mantener la orientación del gobierno del cual fue parte como ministra y vicepresidenta; prefirió aliarse a la derecha más conservadora y autoritaria de Latinoamérica, convirtiendo así la frágil democracia peruana en un régimen autoritario.
Desde el primer día, Dina Boluarte encontró apoyo unánime no solo de los grupos parlamentarios que eran oposición del gobierno de Pedro Castillo, sino también en la gran prensa peruana, los partidos liberales y populistas, y de manera unánime en todos los representantes de los poderes del estado.
Durante los 38 días que tiene el nuevo gobierno, la transición de un régimen democrático a un régimen autoritario de carácter cívico-militar se ha afianzado. Hemos vivido la instauración de régimen de excepción mediante la declaratoria de Estado de emergencia y toques de queda en diferentes departamentos; el asesinado de 48 peruanos durante las protestas, la gran mayoría de ellos, víctimas de disparos con armas de fuego de uso militar y cientos de heridos; la criminalización y allanamiento de locales de los partidos de oposición y organizaciones sociales; las operaciones de falsa bandera por parte de la Policía Nacional, mediante la destrucción de propiedad privada y pública; las denuncias de amenaza a periodistas críticos al régimen y la vulneración del derecho a la prensa y opinión; entre otros.
El último discurso a la nación de Dina Boluarte ha puesto en evidencia que, como todo régimen autoritario, no está en su agenda renunciar y menos asumir la responsabilidad de sus actos. Así mismo, aun cuando es insostenible e inviable su permanencia, mientras mantenga la tibia complicidad de los tecnócratas, liberales y socialdemócratas y la gran prensa; las fuerzas de la derecha conservadora y racista que tienen el control de las instituciones estatales, seguirán controlando el ejecutivo para garantizar su agenda y la impunidad frente a la violación de los Derechos Humanos.
Sin embargo, por historia es sabido también, que un régimen que se sostiene más por la violencia, criminalizando y asesinando a su población que ejerce derechos legítimos; aun cuando tenga toda la fuerza del mundo, está condenado indefectiblemente a su autodestrucción. Quienes hoy respaldan a Dina Boluarte y le hacen creer que obra bien, serán los primeros en abandonarla.
Contrariamente a lo que creen los populistas y autoritarios, el ejercicio de la protesta social, trasciende a los reclamos puramente económicos y reivindicativos. Las sociedades ejercen y afianzan democracia sobre todo cuando sus reclamos son políticos y cuestionan regímenes injustos. Sino ¿de qué forma más se puede superar los regímenes autoritarios de carácter cívico militar?